Blogia
marzo17

M.I.F. MOVIMIENTOS SOCIALES EN ESPAÑA.

 

MOVIMIENTOS SOCIALES EN ESPAÑA.

Vistos, por orden cronológico, los principales movimientos socio-políticos habidos en Europa y proyectados al mundo, cabe analizar ahora su incidencia en España.

El liberalismo político triunfante en toda ella a partir de 1800 y el económico -padre del capitalismo-triunfante en toda ella a partir del 1850, incidió en España de forma inversa a como lo había hecho allende los Pirineos.

El "politico" fue importado por la "nobleza afrancesada" y los intelectuales burgueses de nuevo cuño, pertenecientes a una burguesía incipiente y poco desarrollada en España, mientras que, por el contrario en el resto de Europa era la portadora de la idea. Así, mientras estos eran los defensores de las nuevas ideas, el pueblo llano y gran parte de la aristocracia se mantenía fiel a la tradición católico-monárquica.

Las dos guerras civiles entre liberales y tradicionalistas, aquellos afincados en los órganos centrales de poder y en las ciudades pre-insutriales, y estos afincados en en campo y pequeñas ciudades -la mayoria de la población española de entonces- son el exponente de la dificultad que tuvo la filosofía liberal en España, siendo necesarias dos victorias militares de los de arriba sobre el pueblo llano para que éste, via imposición, aceptara los nuevos vientos.

Nótese que durante el siglo XIX los liberales -padres de la democracia pluralista de hoy- eran los defensores a ultranza del centralismo administrativo y político, mientras que los tradicionalistas -padres del nacional-católicismo contemporáneo-, lo eran de los fueros (autonomías); a ello añádese la posición inversa que ocuparon un siglo después, para así poder entender mejor el fondo del problema de la eterna pugna de nuestra historia reciente entre el centralismo y el autonomismo.

En cambio, el "liberalismo económico" apenas tuvo arraigo, pues la sociedad del siglo XIX y principios del XX era eminentemente agrícola y no industrial, que el la condición básica para el desarrollo del mismo; sólo a finales del s. XIX empieza a incidir en la Cataluña costera y en ciertos puntos de Vascongadas, y es entonces, al encontrarse ese motor materialista con el combustible del romanticismo imperante en las capas intelectuales europeizadas de nuestra nación, cuando nacen los anhelos diferenciadores entre la burguesía naciente de dichas zonas.

Y justo entonces se produce el derrumbamiento definitivo del Imperio Español, ocasión que aprovecha la incipiente avidez de los precapitalistas españoles para lanzarse sobre el cadáver con vistas a llevarse los mejores restos y, dicho sea de paso, plato que nunca llegaron a comerse, pues les fue arrebatado por la aparición, a última hora, del proletariado internacionalista y el izquierdismo burgués. Pero indefectiblemente era verdad que la vieja España había sucumbido.

Pues bien, en el liberalismo político la Falange ve unos valores positivos como son, entre otros, la igualdad ante la Ley, el relanzamiento de la personalidad individual, que asumió en su dia, y también unos valores negativos, la voluntad mayoritaria sobre la minoría, prescindiendo de la razón, la negación de todo valor absoluto y la consiguiente relativización de todo valor espiritual, que ya rechazó en su dia.

Y en el económico, si bien se le reconoce su capacidad de creación de bienes, de aumento vertiginoso de la movilidad económica, de la abolición de la estructura feudal y esclavista, etc. no obsta para que la consideremos la causa del capitalismo inhumano que hoy todavía padecemos y, además, el origen de la reacción marxista igualmente nociva, por ello se enfrentó a él desde el primer dia.

Por reacción ante la injustiocia social, que creó, nacio el socialismo, que si bien tuvo causa justa para aparecer como única defensa inmediata para el oprimido frente al opresor, pronto dejó su origen para desviarse en las utopias anarquistas o en las negritudes del marxismo.

Sin embargo, las experiencias del anarquismo en España hay que contemplarlas en tres aspectos fundamentales, fruto de sus distintas corrientes para llegar a entender sus contradicciones y realidades.

Por un lado existió la acción violenta practicada por un sector de los "anarquistas puros", principalmente durante el primer cuarto del presente siglo. Acción ésta, denominada "propaganda por el hecho", que pretendía simplemente la destrucción de las personas e instituciones que pudieran implicar el derumbe o deterioro de la "sociedad capitalista" o del "poder del Estado".

Por otra parte, hemos de ver la tarea verdaderamente social que a través de la visión socialista del anarquismo (Proudhon) se realizó en nuestra nación. La creación de ateneos, cooperativas, escuelas para hijos de obreros, etc.; entidades todas ellas dirigidas a la educación libertaria del proletariado, al ejercicio de la responsabilidad social como parte susbstantiva de la libertad y a la emancipación de los trabajadores. Así pues, cuando se habla de anarquismo, no podemos atenernos a un cliché puramente terrorista o de actitud de desorden y negación.

En tercer lugar, hemos de considerar el fenómeno anarco-sindicalista, esta versión del anarquismo es la que ha tenido mayor significación e influencia en nuestra reciente historia. En su origen toma una forma tipicamente reivindicativa y de concienciadión de clase. Sin embargo, con el paso del tiempo y el acceso al gobierno de la Confederación de hombres imbuidos de anarquismo puro y revolucionario, se llegaría al famoso pistolerismo de los años 20 y 30 en Cataluña.

Durante la Guerra Civil realizaron experiencias colectivizadoras y comunitarias que fueron frenadas por el gobierno de la República.

En algunos aspectos teóricos y tácticos el Nacional-sindicalismo coincide con el Anarco-sindicalismo, y ello es justo reconocerlo: la negación del sistema parlamentario, la organización socio-económica a través de los sindicatos, la abolición del partidismo político.

Sin embargo tambien hay que destacar diferencias fundamentales, pues el Anarco-sindicalismo propugna la desparición del Estado, el antimilitarismo, la huelga general revolucionaria, y en general, la suplantación de las bases espirituales de la convivencia.

El socialismo marxista, el único real, ha devenido por su propia filosofía en un nuevo capitalismo -ahora de Estado- más atroz, si cabe, que lo que pretendió derribar.

Pero del marxismo, si bien reclazamos su filosofía y dialectica histórica, aceptamos en cambio su crítica económica del capitalismo tal y como fue explicada por nuestros fundadores; por ello decimos que no es posible corregir el capitalismo liberral y, por tanto, o se va hacía una salida marxista (ya fracasada) o a la Nacional-sindicalista que nosostros propugnamos.

Por otra parte, el marxismo -al igual que el liberalismo- fue introducido en España por los "rusófilos", a pesar de no venir a cuento, incluso con el propio análisis marxista en mano, pues en 1930 la sociedad española no había abandonado su carácter campesino, escaseando los burgueses e inexistiendo, practicamente, lo capitalistas: fuimos sólo un peón de la internacional obrera marxista, destinados a servir de carne de cañón para el buen servicio del Zar rojo, todo lo cual hizo aún más desagradable la experiencia marxista en España.

El desarrollo industrial en Cataluña, como en otras zonas, trajo la aparición del proletariado. A partir de 1840 comenzaron los movimientos sindicales cercanos a las corrientes libertarias europeas. En 1870 se reunía en Barcelona el I Congreso Nacional Obrero, acordándose el ingreso en la A.I.T. También hay que recordar que Barcelona fue la cuna de U.G.T. (1888) y de la C.N.T. (1910).

La fuerza anarcosindicalísta en Cataluña -frente a la burguesía nacionalista catalanista- se extendió por Levante y Sur de España, donde, por su parte ya habían arraigado movimientos campesinos de matiz libertario.

El anarcosindicalismo arraigó rapidamente entre el proletariado, aventajando al socialismo marxista en número de militantes. Su interpretación de la utopía del siglo XIX permitía esta recluta: se basaba en el sindicalismo puramente obrero, sin implicaciones de partido ni dirigismos extraños a la propia agrupación de trabajadores. Precisamente esto fue lo que le resto eficacia en todo momento frente a la eficacia y disciplina de las corrientes marxista, como se demostro en los sucesos de Barcelona de 1937 , una guerra civil entre comunistas y anarquistas dentro la Guerra Civil española.

Así, el mundo de la época cogido entre dos fuerzas filosóficamente materialistas -liberalismo y marxismo- aparentemente contradictorias pero coincidentes en su último destino de aplastar al individuo como persona al mismo tiempo que como ente social, no ha cesado de buscar salidas a su trágico destino.

Una de estas, el fascismo en Italia y el nacional-socialismo en Alemania, allá en los años 30 incidieron tambien en la tesis de nuestra doctrina.

En general, si es posible hablar así, buscaron una salida a través de un socialismo desprovisto de su carga marxista, sustituyendo estas filosfías por otras de base "espiritual-vitalista" y no en torno a Dios; y al mismo tiempo le dieron un vigoroso caracter nacional y mesiánico.

En sus primero pasos fueron más revoluciones políticas que sociales y sólo hacia el final de su existencia -truncada por la derrota sufrida a consecuencia de la II Guerra Mundial- imprimieron más fuerza a la revolución social.

Ahora bien, habida cuenta del confusionismo reinante en el tema y sin ánimo de agotar la cuestión, extendamonos un poco más en ciertos detalles de actualidad.

¿Cualés son las connnotaciones fascistas asumidas en nuestro origen?.

Sucintamente son:

-Una concepción del Estado entendida como ejecutor de una misión colectiva de caracter histórico, frente a un Estado sin fe como el liberal o absorvente como el socialista:

- Un sentido de la vida como servicio de rango espiritual, frente al sentido del azar de la voluntad mayoritaria de liberalismo de mercado económico liberal o de clase proletario y mesiánica del marxismo.

- Un rehundirse en la historia y metahistoria de la propia Nación para buscar soluciones propias, frente a un internacionalismo de mercado económico liberal o de clase proletario y mesiánico del marxista.

-Una concienciación de la existencia eterna de valores absolutos, frente a la relativización materialista del marxismo o liberalismo y como consecuencia, la necesidad de rescatarlos donde quiera que se encuentren, inclusive en los causantes del estado actual del hombre y la sociedad.

Por otro lado -y también brevemente- ¿Que connotaciones fascistas no fueron asumidas?:

-Una filosofía de caracter espiritual-vitalista (Italia) o espiritual-racista (Alemania) frente a la neustra espiritual-religiosa.

-Un culto a la violencia revolucionaria frente a una concepción cristiana y militar.

-Una concepción del Estado de caracter panteista al estilo socialista, frente a la nuestra de instrumento cuya finalidad es la de potenciar la plena realización de los componentes personales, familiares y sociales de todos los individuos que la integran son capaces de portar.

- Una diferenciación en las fuentes donde se acude para efectuar la síntesis de valores contrapuestos, que es de origen socialista en ellos y sindicalista en nosotros.

Por tanto un flangista no es ni pro ni anti nada, en el sentido ideológico, respecto a las ideologías mencionadas, antes bien, tenemos connotaciones de todos ellos, que junto con otras provenientes de otros campos y las nuestras propias y originales sirivieron para confirmar el Nacional-Sindicalismo.

Lo que define un cuerpo doctrinal es el conjunto del edifico y no ciertas partes constitutivas; por ello nadie debe avergonzarse -como han hecho algunos camaradas en el pasado y en el presente- de ninguno de nuestros orígenes, pues son consustanciales con nuestra propia identidad.

La Falange entiende que España, debilitada la cultura católico-tradicional que la sostuvo en los últimos mil años, está en trance de desaparecer si no encuentra un sustitutivo valido y eficaz.

Entendemos que ni el neoliberalismo, ni el neosocialismo, ni el neomarxismo son soluciones para conseguirlo, y por ello se levantó en su dia y levantamos hoy la cultura Nacional-sindicalista latente en nuestro movimiento como agente capaz de lograrlo.

Una vez vista la génesis ideologica falangista dentro del conjutno de los movimientos sociales acaecidos en la España de los siglos XIX y XX, cabe recordar las circunstancias históricas que hicieron propicio que tomasen cuerpo político en una organización llamada FE de las JONS.

Los españoles vieron alborear el siglo XX con la sensación colectiva de frustración por la pérdida del Imperio; el incipiente capitalismo industrial y los restos de una sociedad feudal con ínfulas de burguesía campesina y financiera eran los nucleos que nutrían los cuerpos del Estado y del Gobierno.

El primer tercio de siglo fue testigo del diálogo entre dos grandes sordos. De un lado una derecha cerril y egositamente conservadora a la vez que incipientemente capitalista y marcadamente feudal y agraria, que no vacilaba en utilizar los valores que decía creer más sagrados para perpetuar su explotación; sus argumentos eran la autoridad y el orden. De otro lado una izquierda desesperada y violenta que arremetió, erróneamente, no contra las condiciones objetivas de explotación, sino contra los valores que -atrapados en el cepo de la derecha- creía instrumentos de su desgracia. Sus argumentos eran la libertad y la justicia.

Como si Libertad, Justicia, Autoridad y Orden no fuesen una inseparable tetralogía.

No es que faltasen en ambas facciones sectores dispuestos al entendimiento, pero, desgraciadamente, cada uno de ellos se formó de la contraria la imagen estereotipada del sector más radical, y el miedo, al disminuir el número y el poder de los moderados, convirtió la iamgen en realidad.

Junto al dualismo social se presentaba también el dualismo regional. Mientras que una tendencia a la unidad de todos los españoles tenía como facción extrema el centralismo y el uniformismo, su tendencia opuesta a la autonomía y variedad de las regiones contaba cons su extremo en el separatismo. También aquí en este caso la confusión mental impuesta por el miedo condujo el proceso a una situación en que cada corriente solo quiso ver en la contraria sus tendencias extremas. Se opuso así a la idea de Unidad la de Autonomía. Como si la Unidad no resultase robustecida precisamente por la manifestación de la personalidad de cada uno de los componentes.

Añádase a todo esto una situación internacional altamente inestable, pre-bélica, y se comprenderá que los españoles estabamos sentados entre 1930-36 sobre un barril de pólvora.

Como un intento de tender un lazo entre una y otra corriente, especialmente en los social, apareció la Falange que si contenia entre sus postulados la desaparición de la empresa capitalista, la cosntitución de la economía como un conjunto de empresas nacionales, comunales, sindicales y cooperativas, y la atribución de la plusvalía a los trabajadores, defendía tambien el respeto a los valores espirituales y a la propiedad privada.

Tres años sólo -1933-1936- de vida creadora conoció la Falange, y suficientes para madurar y elaborar un programa político concreto.

La guerra civil desarboló sus cuadros y organización, prácticamente todos sus líderes desaparecieron por aniquilación física a principios de la guerra, y los que los sustituyeron no pudieron evitar el colapso final de la organización falangista producido a raiz de la sentencia de muerte del II Jefe Nacional Manuel Hedilla en abril de 1937 y que marcó el final de la Falange como cuerpo doctrinal y estratégico compacto dotado de identidad y capacidad de resolución propia.

A partir de esta fecha los falangistas se escinden en dos corrientes. una los depurados a partir de 1937, mantendrán una radical oposición al régimen franquista y se negarán de palno a cualquier tipo de colaboración. Otra, los que, en lugar de pasar a la oposición intentaránn conducir el Régimen hacia derroteros azules a base de dominar, por infiltración, los resortes de los órganos de poder del Estado naciente.

Pero mabas corrientes -estratégicas- serán anegadas por la tercera, la de los arribistas, advenedizos y oportunistas que jamas fueron falangistas, ni antes de 1937 ni después, pero que proliferarán a millares con la bendición del Régimen, que de esta forma consigue neutralizar a las dos corrientes falangistas.

La primera corriente quedará gloriosamente aislada en su empeño, con la rabia de ver cómo se abusa del nombre y símbolos de la Falange para justificar empresas que nada tenían que ver con ella.

La segunda corriente, a pesar de colaborar con la praxis política de este estado, convirtiendo en realidad muchas de las reivindicaciones del movimiento obrero que éste no había consegudio hacer ciertas a lo largo de un siglo, y prestando con ello un valioso servicio a España, no podrá evitar su frustración al ver que su objetivo final -la revolución nacional sindicalista- iba siendo aguado dentro de una retorica parcialmente azul, pero con unas estructuras antagónicas con lo deseado por ellos.

Así, el concepto revolucionario de Síndicato Vertical, se diluirá en un gris fomento de la colaboración entre patronos y obreros; así tendran que sufrir como se robustece el cenralismo asfixiando las manifestaciones regionales más legítimas; así tendrán que soportar como bajo la cortina de humo de la Falange, el Régimen prepara unas estructuras económicas descaradametne capitalistas que van a ser caldo de cultivo de toda una serie de corrupciones en lo económico y moral.

Los únicos vencedores serán los de la tercera corriente -los pseudofalangsitas- que conseguirán la mayoría de los mejores puestos hasta que terminarán por desgastar los síbolos falangistas; una vez ocurrido esto los arrojarán -probando con ello la intencionalidad política de su étapa anterior -para pasar a coger lo siguiente -democracia pluralista, autonomismos, reformas, cambios etc.., que les permite seguir ocupando los mismo puestos tras tantos años de medrar en el viejo Régimen; esta es su última ratio, que de ninguna manere estan dispuestos a abandonar.

Pues bien, transcurridos cuarenta años de una rectoría personalisisma del Estado, se ha visto como las izquierdas siguen con sus postulados revanchistas y antinacionales, y como las derechas siguen sin estar dispuestas a renunciar a sus privilegios seculares, y en consecuencia resulta inevitable una nueva andadura de Falange para intentar con renovado afan la ruina sociopolítica que se nos avecina en España.

Por ello hoy nos reunimos en torno a este manifiesto, y por primera vez desde 1937 las dos corrientes de falangistas que se separaron perdiendo ambas la batalla en aquella fecha; y hemos decidido hacerlo en función de la misma causa que nos unió entre 1933-36, esta España que no nos gusta, pero que no estamos dispuestos a perder sin haber quemado todas las posibilidades a nuestro alcance, y ante ello plegamos, superamos y olvidamos todas las diferencias estratégicas del pasado para la mejor suerte de nuestra común causa.

 

0 comentarios