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marzo17

M.I.F. CULTURA Y EDUCACIÓN.

M.I.F. CULTURA Y EDUCACIÓN.

 

CULTURA Y EDUCACIÓN.

Si nuestra concepción de la sociedad, y de los individuos que la componen, se fundamenta en la implantación de un nuevo sistema que permita el pleno desarrollo de la libertad, dignidad e integridad en todos los planos que puedan darse en ella, es inevitable el tener que enfocar el tema de la Cultura bajo la luz del objetivo final, y en consecuencia, el ordenar la legislación y recursos materiales de forma que sostengan eficazmente la preeminencia de aquellos valores espirituales.

Por ello, nuestra concepción de la cultura y educación tiene que ser TOTAL, o sea, atendiendo a la compleja realidad tridimensional del hombre, mostrándole lo necesario que resultará educarse en la faceta individual, familiar y social, siendo estos tres ejes una Unidad indisoluble del nuevo sistema.

Al mimso tiempo, nuestra visión global de la sociedad, nos demandará educarla tanto en el plano físico como en el espiritual, en el primero buscando conseguir un autocontrol metódico y disciplinao que permita mantenernos en un nivel humano no nocivo, para poder seguir edificando, siendo la cultura física el sólido cimiento de lo que vendrá después. Respecto al segundo, tendremos que proceder a la difusión de toda la cosmovisión falangista tanto en el plano filosófico como en el ético y místico, y así enfrentar una nueva filosofía espiritual a los materialistas hoy en boga.

La ética falangista debe sustituir y superar a la ética consumista de las sociedades liberales y a los neo-espiritualismos al mismo tiempo, que el alumbrar de la nueva mística debe llenar el vacío interior creado en el hombre y la sociedad por las concepciones positivistas, predominantes en aquellas y que nos ha conducido a la situación actual de vértigo y desasosiego.

Para ir consiguiendo todo esto, es inevitable recordar las líneas fundacionales que permitan avanzar hacia el final anhelado, y que pasaban por la imperativa necesidad de que todo español tenga el derecho y el deber de su formación en enseñanza básica y profesional, al mismo tiempo que su gratuidad sea una exigencia inexcusable como corresponde a una sociedad sin clases, dotada de un Estado que cumpla una misión histórica.

Pero quede claro, que nos referimos a una sociedad sin clases, no sin categorías. El mito del igualitarismo, hoy ya fábula, nunca ha pertenecido a nuestro acervo ideológico.

Implantaremos la igualdad de oportunidades, no la de finalidades. Todos seremos iguales en nuestra salida en esta vida, pero no en la meta. A ésta, se llegará por caminos naturales, según aptitudes, tesón y suerte, y después de alcanzarla se establecerán las categorías.

Y esto se repetirá generación tras generación, indefinidamente.

La valía de la persona no se puede presuponer, hay que demostrarla. No se puede heredar, hay que ganarla. Existirán unos derechos y deberes mínimos para todos , pero unos máximos diferentes para cada uno.

Después de atendida la visión cuantitativa y usando como puente los anteriores, se pasará a la visión cualitativa que confluye en la creación de una nueva Universidad, que será el crisol de la sociedad, ya la que se debe garantizar su acceso en función de las dotes intrínsecas de inteligencia y voluntad por encima de cualquier otra consideración.

 

SENTIDO DE LA REALIDAD HISTÓRICA DE CADA MOMENTO.

A la hora de articular un régimen político hay que tener siempre delante algunas consideraciones:

a) No existe una meta definitiva en la que nuestra marcha deba detenerse. La andadura de una Nación es similar a la del alpinista que, tras ímprobos esfuerzos llega a la cumbre, y descubre que hay otra montaña más alta enfrente, cuya escalada debe emprender.

b) Por lo anterior, el sacrificio de una generación en aras de la siguiente debe venir motivado por una necesidad real y con una solución de continuidad en el mismo sacrificio y en su meta. Debe evitarse que la idea de sacrificio, innata en todo falangista, se convierta gratuitamente en sistemática, y por tanto, aprovechable por el poder para logra un eventual beneficio personal.

c) La vida humana y la vida de una nación son un tránsito, pero la primera tiene un fin, mensurable con cierta aproximación, y la segunda es indefinida. Por ello debemos conjugar el destino histórico de la Patria con la tarea de dignidad y realización personal del individuo. La exigibilidad del máximo sacrificio no puede ni debe ir en detrimento de lo anterior.

Siendo esto así, la posibilidad de nuestra evolución doctrinal debe desarrollarse al máximo. Por lo mismo que vemos lógica la vigencia de un régimen en un momento histórico determinado, y lógico también el fin del mismo en otro determinado momento, debemos asimismo estar dispuestos a descalificar nuestros propios mecanismos cuando llegue la hora de su caducidad, la cual, por otra parte, será fatal a un plazo que aún no conocemos.

Tenemos que desglosar de nuestra doctrina lo que es esencial, lo que constituya valor permanente por una parte, y lo que es mecánico, puramente coyuntural por otra.

Lo segundo debe ser sometido a análisis y juicio crítico en cada momento, a ver si es válido y si sirve en ese punto de la historia, y ello sin importar si debajo está la firma de José Antonio, Ramiro o cualquier otro. Si sacralizamos los nombres, si hacemos sistemáticamente valor perpetuo de lo que en ciertos momentos dijeron unos y otros sobre aspectos coyunturales de la sociedad de aquellos instantes, no sólo caeremos en el inmovilismo, sino también en el ridículo y en la ineptitud.

Si alguien se escandaliza por esta afirmación, quede invitado a observar la tremenda evolución que en tres años experimentó la doctrina joseantoniana a manos del propio Fundador.

Lo importante es el contenido y no las formas. Lo fundamental es la filosofía que cimenta al régimen en litigio, lo que nos permitirá ver sus posibilidades reales de servicio, prescindiendo de lo accesorio.

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